Lali Gubèrn y Jorge Herralde (editorial Anagrama) se enteraron por boca de mi esposo de mi problema en la columna y de la repuesta del Dr. Prim unos días después de nuestra visita, y sin pensarlo dos veces, me dieron los datos de un maravilloso doctor en acupuntura a quien me recomendaban con insistencia tras constatar la mejoría en casos muy complicados de amigos suyos: el Dr. Teixidor.
Solicité una cita ante la insistencia de mi esposo, y la confianza ciega de Lali. Su consultorio se encontraba en la avenida Diagonal frente a la famosa Casa de les Punxes —Casa de los Pinchos, en catalán—, un edificio diseñado por el arquitecto modernista Josep Puig i Cadafalch. Llegar hasta ahí era muy sencillo, pero salí de casa con mucho tiempo de antelación, calculando mi paso súper lento al caminar (aunque les sea difícil de creer, las personas de la tercera edad eran más rápidas que yo), y las múltiples paradas que necesitaba para descansar en los bancos a lo largo del camino hasta ahí.
Nada más llegar, me sentí como en mi casa. El doctor Teixidor y su esposa -una señora muy guapa y elegante de origen japonés- eran encantadores y el espacio tenía una atmósfera zen muy sobria y luminosa, adaptada al espacio del edificio modernista clásico de la zona del Ensanche.
Como ya venía siendo costumbre, al estudiar las resonancias magnéticas se asombró tanto o más que el doctor Prim. Directamente me dijo -con un marcado acento inglés británico- que el problema que tenía requería cirugía. De eso no había duda. Dado que había sido el propio neurocirujano el que me había recomendado intentar mitigar el dolor con la acupuntura, si en cinco sesiones no conseguíamos resultados, no habría mas remedio que pasar por quirófano para remover el bloqueo.

El Dr. Teixidor tenía estudios en medicina (aprendió el arte de la acupuntura en Japón, en donde vivió durante muchos años antes de venir a vivir a Barcelona con su familia), y me explicó nuevamente mi problema en las lumbares, llevándose las manos a la cabeza cada vez que veía las imágenes.
Estaba en la misma situación que los viajeros de la impresión de color en madera (arriba) del artista japonés Utagawa Hiroshige, que encontraron una piedra enorme bloqueando el camino Tōkaidō en el paso de la Montaña Sayo, en Nissaka (la 25.ª estación) de la ruta que conectaba Edo (hoy en día Tokio) y Kioto: ¿qué hacemos? -quizá se preguntaban observándola en busca de una solución- ¿la dejamos así, la rodeamos, la hacemos a un lado, la destrozamos, la extraemos?
La posible vía de solución -difícil, sino imposible- consistía en quitar de en medio, es decir, empujar -hacia la orilla, como si fuera una bola de billar- el bloqueo presente en la médula espinal que estaba presionando los nervios e impidiendo el paso de la información a las piernas.

Los detalles de los pasos a seguir fueron enriquecidos con información invaluable sobre los meridianos de acupuntura, los mismos que el Maestro Liu Deming utilizaba para guiar los movimientos del Ziran Qigong (Chi Kung).
Además, me hizo observaciones puntuales para identificar los excesos y los desequilibrios en mi cuerpo a través de las emociones, así como recomendaciones varias sobre mi alimentación (algunos nuevos por introducir y otros, a evitar) y otras indicaciones pertinentes para obtener los mejores resultados:
«el doctor hace el 20% del trabajo, el paciente todo lo demás.»
Dado la dificultad que implicaba, se quedó con una copia de las pruebas para estudiarlas.
Entre sesión y sesión de acupuntura (dejando semanas entre una y otra, para ver sus efectos y siguiendo de cerca el proceso), practicaba a todas horas el qigong y el taichí con los videos del Maestro Liu Deming, y la respuesta de mi cuerpo no pude ser más satisfactoria.

Gracias a su sabiduría como médico y a su maestría con la acupuntura, sólo necesité esas cinco sesiones para meterme de lleno en el camino hacia la recuperación.
Tres años después, al regresar de mis primeros cursos de Ziran Qigong con el Maestro Liu Deming en Aviñón y Madrid, las resonancias magnéticas reflejaron lo que el doctor me había propuesto como meta: la médula espinal estaba limpia.
La vida felizmente nos recuerda, afortunadamente, en repetidas y numerosas ocasiones, que además de los obstáculos y las dificultades, por el camino también nos encontramos con personas invaluables; mientras unas nos dan la mano para levantarnos, otras nos alegran el andar. El Dr. Teixidor ha sido ambas.
Tras jubilarse y cerrar su consulta, siguió atendiéndome siempre que lo necesité. ¡Muchas gracias!
Las imágenes antiguas usadas pertenecen a la Colección Digital de la Librería Pública de Nueva York. Arriba: Paso por la Montaña Sayo «Nissaka: Sayo Mountain Pass (Nissaka, Sayo no nakayama)».
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