Sigue viva en mi memoria la frase que pronunció, hace más de 40 años, la directora de la escuela católica en la que me formé:
“Un árbol que crece torcido jamás su tronco endereza”.

Si bien es cierto que dicha expresión nunca iba explícitamente dirigida hacia mí, sin embargo, flotaba alrededor mío como amenaza siempre al acecho.
En esa misma época, saliendo de la dictadura franquista, se publicó un libro cuyo título guarda relación con el dicho anterior: Los renglones torcidos de Dios (1979). Para cargar de veracidad la trama, Torcuato Luca de Tena se adentra en los centros psiquiátricos de la época no sólo documentándose, sino que llega a pasar 18 días en uno de ellos. Por esa razón, más allá de la historia que el autor narra, destaca la nota de agradecimiento que aparece en su obra:
“Los renglones torcidos de Dios son, en verdad, muy torcidos. Unos hombres y unas mujeres ejemplares, tenaces y hasta heroicos, pretenden enderezarlos. A veces lo consiguen. La profunda admiración que me produjo su labor durante mi estadía voluntaria en un hospital psiquiátrico acreció la gratitud y el respeto que siempre experimenté por la clase médica. De aquí que dedique estas páginas a los médicos, a los enfermeros y enfermeras, a los vigilantes, cuidadores y demás profesionales que emplean sus vidas en el noble y esforzado servicio de los más desventurados errores de la Naturaleza.”
Tanto en el refrán como en la novela, destaca en mi opinión el ahínco por enderezar. En especial cuando, paseando entre pinos piñoneros (Pinus pinea) como hago con frecuencia, quedo maravillada por la hazaña y triunfo de cualquier árbol “torcido”: se inclina hacia el sol en espectacular reverencia.

Comparativa publicada en los libros «Unlocking Yosemite’s mysteries» y «Yosemite en el Tiempo»
Que lo veamos diferente o torcido simplemente nos ayuda a entender la normalidad o rectitud del resto.
Paradojas de la Vida: dependiendo de la luz, ¡la sombra de un árbol torcido puede parecer recta!
O, sabiendo que de hecho en la naturaleza no hay líneas rectas, ¿será que la rectitud es tan solo una aspiración humana?
M. Esther Fernández-Mostaza
Pintura: «Two Men Contemplating the Moon» (Dos hombres contemplando la Luna») por el pintor alemán Caspar David Friedrich. Colección del MET Museum de Nueva York.
Una respuesta a «La sombra de un árbol torcido»
La torcedura de un árbol podría significar la perfecta rectitud del mismo. Sólo esperamos ver armonías perfectas superficiales que hacen de estas, líneas vacías, carentes de emoción.
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