Después de recordar las palabras mágicas «Chi Kung», descartar muchos videos disponibles online e intentar infructuosamente seguir otros más, uno de ellos captó mi atención porque estaba filmado en un espacio verde arbolado y con una luz cálida que me recordó esa tarde en el jardín de la casa de mi tío. Era del Maestro Liu Deming.
Impulsada por la memoria de ese día (entrada anterior), seleccioné ese vídeo en el que aparecía un maestro de origen chino en un atuendo de seda azul: “Wu Xing Qi Gong (Five Element Qi Gong) as developed and performed by Master Liu Deming” (Wu Xin Qi Gong. Los Cinco Elementos del Qi Gong desarrollado e interpretado por el Maestro Liu Deming”).
Aunque fuera una auténtica odisea -por momentos imposible- mover el torso unos milímetros hacia los lados o inclinarme (había perdido la curvatura natural de la columna y estaba tan recta y rígida como un palo de escoba), y sincronizarlo con las piernas, instintivamente sentí que su descubrimiento era un punto de inflexión, como si finalmente hubiera encontrado una veta de oro en una mina abandonada.
A lo largo del día, y cada vez que el dolor me impedía estar más tiempo sentada, acostada o parada, me iba a la sala para practicar.
Descartados los vídeos de artes marciales por razones obvias, al terminar el del atuendo azul de los Cinco Elementos para no aburrirme, seguí con el blanco del Level 1, el rojo del Level 2 y hasta con el otro blanco con pasos, el de “Beijing 24 Form”, una secuencia de Tai Chi que terminaría aprendiéndome de memoria de tanto practicarla (una de las pruebas que me hicieron para conocer el daño en las vértebras de las lumbares fue el caminar en línea recta únicamente con la punta de los pies, y después con el talón; algo aparentemente sencillo pero en lo que fracasé, por lo que era un buen referente de mi progreso).
El ritmo lento del Maestro Liu Deming me permitía tomarme el tiempo necesario para hacer los movimientos y no lastimarme. Entre la música y su estilo fluido, mas que haciendo ejercicio, sentía que estaba bailando.
Como tenía muchas horas a lo largo del día y de la noche, también exploré otros videos de Qigong y Taichi de otros estilos y Maestros. Aunque me gustaban, me costaba más trabajo hacerlos y la respuesta de mi cuerpo ya no era tan positiva.
El Ziran Qigong producía un efecto especial que ningún otro estilo, maestro, técnica o tratamiento tenía.
Cada vez que practicaba siguiéndolo a él, más grados y milímetros de movilidad ganaba en todas las direcciones. Rápidamente compré todos los DVD´s disponibles en Australia, y me puse a practicarlos -día y noche- como una serie de movimientos encadenando uno tras otro.
Si seguir los movimientos había sido útil, lo fue más el conocer a fondo los detalles detrás de cada uno y practicarlos siguiendo las instrucciones del Maestro. La información incluía la postura correcta, el método de respiración y los meridianos de acupuntura de la Medicina Tradicional China (TCM) en el que debíamos centrarnos al realizar cada secuencia, así que pasé cada vez más horas practicando con sus videos. Terminaba uno, lo sacaba y continuaba con el otro hasta agotarme o aburrirme.
Aunque tan sólo fueran unos centímetros o grados recuperados, ese avance -y en la misma medida- me ayudaba a alargar el tiempo que podía estar sentada o acostada y descansar. Pasé de dormir una sola hora, a una hora y media, dos y eventualmente, hasta cinco horas seguidas. Dormir fue una bendición.
Para sorpresa de todos, en lugar de dirigirme al quirófano, me recuperé y terminé -tres años después- subida en el tren con destino Aviñón para tomar mi primer curso con el Maestro Liu Deming organizado por Anne Augé.
Podría decirse que mi experiencia con el Qigong, y en particular con el estilo del Ziran Qigong del Maestro Liu Deming, es la historia de cómo una circunstancia negativa y dolorosa en la vida puede transformarse en un verdadero regalo, y mostrarte un camino hacia la recuperación de la salud y la felicidad: “no hay mal que por bien no venga”.
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Ana Isabel Villaseñor
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